domingo, 27 de noviembre de 2016

El 'pre-expresionismo' de Goya


Francisco de Goya es considerado según el crítico francés Pierre Gassier, como el padre de la pintura moderna, una figura que fue testigo y vivió activamente una época dramática de la historia de España, y de Europa en general, y que supo reflejarla en su pintura. 

Imagen extraída de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Francisco_de_Goya_y_Lucientes_089.jpg

Las Pinturas negras son una serie de catorce pinturas que Goya elaboró al óleo directamente sobre las paredes de los dos pisos de la llamada Quinta del Sordo. Se estima que cada sala medía unos 10 metros de largo por 4,50 de ancho. Las pinturas corrían peligro por la delicadeza de su soporte, y hacia 1873 fueron separadas de la pared por decisión del barón de Erlangger. Fueron trasladadas a lienzo por Martínez Cubells, el restaurador del Museo del Prado, y fueron expuestas en París en 1878, y donadas al Prado por el mismo barón en 1881. Las investigaciones radiográficas realizadas han revelado que al principio el maestro había superpuesto las escenas que conocemos hoy.

Imagen extraída de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Atropos_o_Las_Parcas.jpg

La pintura 'Dos viejos comiendo sopa' mide 49x83cm, y representa dos ancianos, del que se han trastocado las edades y los sexos, están situados en disposición de tres cuartos, desde un ángulo levemente picado pese a que originariamente la pintura se emplazara en la parte superior del dintel de la puerta de entrada al piso inferior, según el comentario de Charles Yriarte. El personaje de la izquierda tiene la apariencia de una anciana por el pañuelo blanco que tiene ceñido sobre la cabeza. Este personaje sujeta con su mano diestra un cucharón del que hace ademán de introducirlo en un plato, con una atrevida mueca de burla en el rostro. El individuo que le acompaña posee un rostro con dos profundos y oscuros huecos en pos de los ojos, además de la cavidad nasal macabra que contrasta con la prominente nariz de la pseudoanciana, los personajes adquieren una fisonomía bestial y más parece una calavera que un rostro humano. Sugiere estar postrado en una cama, aunque todo esto serían vanas conjeturas difíciles de aclarar debido a la gestual, acelerada e inacabada pincelada de este último Goya. Al igual que el resto de pinturas de la casa, las imágenes participan de la irracionalidad, la pincelada oscura de negros y ocres, y de la lejana estética del resto de figuras.

Imagen extraída de: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Viejos_comiendo_sopa.jpg
Viejos comiendo sopa

Quizá se trate de una visión negativa del propio Goya agonizante, como recuerdo de la dura enfermedad que el pintor tuvo que sobrellevar, o tal vez, y como ocurre en la mayor parte de su obra, se trate de una metáfora a la pobreza, la necedad y la miseria de la España de esos momentos. Un país que desgarra a sus hijos con guerras y revoluciones, la condición del hombre ilustrado que ha perdido a Dios y que únicamente ha de enfrentarse a la suerte de la crueldad cósmica.

Imagen extraída de: https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/a8/Francisco_de_Goya_y_Lucientes_091.jpg

La obra madura del genio aragonés, al tiempo que huye de cualquier pauta académica, otorga a su pincelada una marcada autonomía. Los efectos de luz estiman las carnes y los tejidos, así también como las penumbras de los fondos sobre los que destacan las figuras. La deformación de los rostros, o los gestos se han pintado con una pincelada amplia y dinámica, con acusados contrastes de blancos, ocres y grises. El conjunto de pinturas muestra una sociedad imaginaria de brujas y de espectros con muecas cínicas. La pesadilla se funde con lo mitológico en una memorable expresión, es el desvarío de la verdad. Las ideas políticas de libertad e igualdad que manifestaba la revolución; unida a la sordera, que hicieron que el artista buscara respuestas a su dolencia en su interior e impulsase un arte subjetivo y muy personal, nos trae a la mente al compositor de la Sinfonía Coral. El capricho del destino quiere que genios coetáneos, desconocidos entre sí, como son Goya y Beethoven coincidan en este intenso período post-napoleónico y revolucionen el arte en sus respectivos campos. Los últimos cuartetos para cuerda de Beethoven unidos a las pinturas negras del genio aragonés, son un grito desgarrador en contra de la belleza, la forma y lo racional, y prefiguran la estética del siglo XX.


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